Después de tres años de retraso, la Agencia Espacial Europea (ESA) lanzó el pasado mes de octubre el satélite Sentinel-5P, el mejor preparado para monitorizar la polución atmosférica de nuestra maltratado planeta. Llega en un buen momento, cuando el único satélite dedicado a medir la contaminación ambiental, el AURA de la NASA lanzado en el 2004, hace tiempo que ha rebasado su vida útil de seis años.
Con un ancho de barrido de 2600 km, proporciona una imagen completa cada día del estado de la atmósfera terrestre y está equipado con un instrumento muy especial, el Tropomi (Tropospheric Measurement Instrument), desarrollado esencialmente por un consorcio holandés liderado por el Royal Netherlands Meteorological Institute, que incluye un espectómetro capaz de discriminar los principales contaminantes atmosféricos como el dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre, monóxido de carbono, formaldehído, ozono y metano, con una resolución de 7 por 3,5 km, que permite estudiar los principales focos de emisión, cómo se distribuyen los componentes y los focos de acumulación.
Especialmente importantes son la observación de la distribución de metano, un agente que origina un efecto invernadero 28 veces más potente que el dióxido de carbono, la observación de cenizas volcánicas para la navegación aérea o el programa de prevención de los efectos de rayos ultravioleta en zonas con poco ozono. El Sentinel-5P es el precursor del satélite meteorológico Sentinel-5 que se lanzará en el 2021.
A pesar de estar ahora mismo en fase de pruebas, ya ha enviado imágenes de a distribución de dióxido de nitrógeno en las que se ve una preocupante acumulación de contaminante sobre Madrid:
Distribución de NO2 el 1 de diciembre
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